EVANGELIO VIVO
Aquí está la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra (Lc1,26– 56)
De la mano de María, aprendemos a responder con docilidad y confianza, ¡hágase!, haciendo Su Voluntad. Junto a ella nos ponemos en camino cada día para servir y al terminar el día unimos nuestras voces a la suya para cantar el Magníficat, al Dios que hace obras grandes en los pequeños y humildes.
Nuestra madre nos enseña a creer, esperar y amar, a vivir atentas a la vida y a los hermanos, buscando agradar a Dios en todo.
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Noticia (Lc 4, 18-19)
Desde la oración comunitaria de la mañana somos ungidas por el Espíritu y renovadas en Su Amor para anunciar la alegría y la esperanza del Evangelio entre los pobres, para abrir cauces de liberación en medio de ellos, ayudándoles a salir de la esclavitud y opresión, especialmente junto a las mujeres víctimas de explotación y trata.
Yo soy el Buen pastor, el buen Pastor da la vida por sus ovejas. (Jn 10, 11)
Como Jesús Buen Pastor, enviadas por El, salimos al encuentro en las calles, prisiones, hospitales, barrios marginales, contextos de prostitución… allí donde está la humanidad herida y abandonada, para que puedan experimentar que un Amor les busca.
Lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños a mí me lo hicisteis (Mt 25, 31- 46)
Durante todo el día hemos estado en contacto directo con el cuerpo de Jesús. Llamadas a tocar y abrazar con ternura el cuerpo herido y sufriente de Cristo, allí donde están nuestras hermanas más olvidadas y desfavorecidas, en las que Él está y nos espera.
Con Jesús nos adentramos en Su misión redentora, allí donde la vida está amenazada atrapada en redes de muerte. Unidas a Su cruz, cargamos con el peso del dolor, la injusticia, dejando que Su Vida y Su Amor siempre más fuerte nos transformen en cauces de Su Resurrección.
“Yo te bendigo Padre, Señor del cielo y de la tierra porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños” (Lc 10, 21)
Se llaman Eva, Joy, Rose, Mary … de sus manos nos adentramos en el corazón de Dios, que revela los secretos del Reino a los humildes y sencillos