TESTIMONIOS

“Comparto contigo mi experiencia de lo vivido en mi habitación, durante el tiempo que estuve aislada por COVID – 19.”

Geña – Hermana de Villa Teresita

Cuando a veces vives experiencias profundas, te faltan las palabras para poder expresar lo que has vivido. Eso es lo que me pasa en estos momentos, como en otros muchos momentos de mi vida.

No me caracterizo por ser una mujer de grandes y sabias palabras, pero sí que me gustaría compartir contigo lo que he vivido en estos días, así que lo haré con sencillez y desde la verdad más profunda de mis entrañas, de mis sentimientos, de mis momentos de oración, de mis ratos de contemplación, de los silencios, de las palabras que tocaban y quedaban grabadas en mi corazón, de todo lo que ha ido resonando y sin darme cuenta, ha ido dejando su eco y su huella.

Jamás pensé cuando empezó esta pandemia del coronavirus, que por su causa, estaría 28 días aisladas en mi habitación. Cuando empecé a tener síntomas, no nos fue fácil tomar la decisión, pero había una responsabilidad de cuidado, de cuidar la vida entre nosotras y cuidar la vida de las chicas y el bebé y a parte de una responsabilidad, era un acto de amor, porque las quiero y deseo que estén bien, lo mejor y conveniente era aislarme. Ahora con lágrimas de emoción, (ya que mis sentimientos están muy a flor de piel) recuerdo la mañana del sábado 21 de marzo, cuando mis hermanas de comunidad, antes de cerrar la puerta de mi habitación me dijeron: “Geña, no te sientas sola, estamos contigo y te queremos”. Y de verdad que jamás me he sentido sola. Mi soledad en todo momento ha estado habitada por el Señor y por mis hermanas de comunidad. Durante estos días, se han desvivido en cuidarme, en animarme, en quererme. Han sido y son una bendición para mí, y he vivido cómo el Señor me bendice a través de cada una de ellas. Qué suerte tengo de tenerlas y por ello me siento muy dichosa. Así que con corazón agradecido pronuncio un profundo ¡!!GRACIAS!!!, Gracias Merche, gracias Inma, gracias Carolina, gracias Mari, porque cada una y juntas hacemos vida y verdad las palabras que Jesús pronuncia en el Evangelio: “En esto conocerán que sois mis discípulos, en que os amáis unos a otros” Jn 13, 35.

Desde ese día 21 he sentido muy fuerte la Presencia de Dios y durante estos 28 días, lo he vivido todo, absolutamente todo con Él. En el desierto de estos días, he sentido cómo el Señor me ha llevado a Galilea, donde comenzó todo. Su mirada sobre mí, su elección, su llamada, su sueño para mí, su proyecto de ayudarle a construir Su Reino, pero lo que más resonaba en mi corazón era su promesa, que ÉL ESTARÍA CONMIGO SIEMPRE. Y esta promesa es la que me ha sostenido especialmente en los días en los que el dolor aparecía y oprimía mi pecho, en los días que mi cuerpo frágil, cansado, sin fuerzas no respondía, y lo único que podía hacer era abandonarme en Él, en sus brazos de Padre-Madre que me acogían con ternura, los brazos en los que podía descansar, aceptando su invitación a ir a Él todos los que estamos cansados y agobiados porque Él nos aliviará (MT 11, 28), dejando que en todo momento se cumpliese Su voluntad en mí.

En esos momentos, mi alma permanecía serena, porque sabía que Él estaba conmigo, y sólo con Él podía vivirlo, atravesarlo, con Él, mi esperanza, mi consuelo, mi vida, mi amor… en esos momentos me unía a tantas hermanas y hermanos enfermos, a tantas personas mayores que están viviendo estos días en soledad (recordaba a mi madre, que está siendo un ejemplo de mujer de fe), a tantas personas heridas… y pedía al Señor que les consolara y fortaleciera en su enfermedad, en su soledad, que sanara sus heridas.

En estos días en los que no he estado en primera línea en la misión, he constatado cómo mi vida es y sigue siendo fecunda, porque está anclada y arraigada en Él, y desde mi habitación, me he sentido muy unida y hermanada en Jesús a toda la humanidad, a la que llevo en mi corazón y por la que he rezado y sigo rezando, sintiéndome una más, una de tantas.

Y ahora, por fin recuperada, saldré con la fuerza de la VIDA, con la fuerza de Jesús Resucitado. Entré en el aislamiento en la tercera semana de Cuaresma y salgo de él, en la semana de la Pascua de Resurrección.  A medida que me iba recuperando, mi vida se unía a la vida de la naturaleza que seguía su curso. Es posible que así no puedas entenderme, pero te lo explicaré. Mi habitación da al jardín de la casa, y en él hay árboles, una parra, hortensias, rosas,…y en este tiempo he visto nacer la vida en ellas, he visto nacer las rosas, las hojas de los árboles, la parra sólo tenía las yemas y poco a poco y día a día y en silencio, sus hojas se iban abriendo y desplegando, he escuchado el canto de los pájaros que alegran el alma, he podido contemplar atardeceres… y mientras he contemplado toda esta belleza fruto de la mano de nuestro Creador, en mi corazón, resonaban con voz suave y como un susurro las palabras de mi Amado: “¡Levántate, amada mía, preciosa mía, ven. Que ya ha pasado el invierno, han cesado las lluvias y se han ido. Las flores aparecen en el campo, ha llegado el tiempo de la poda; y se oye en nuestra tierra el arrullo de la tórtola. Apuntan los brotes de la higuera, las viñas en flor exhalan su fragancia. ¡Levántate, amada mía, preciosa mía, ven! (Cant 2, 10-13).

Unida a Jesús en su gozo, en su triunfo, en su alegría, me siento invitada por Él, que me lanza nuevamente a la misión junto con mis hermanas de comunidad, para seguir dando, compartiendo y entregando mi vida, prolongando Su vida en la mía desde su modo de proceder, siendo portadora de Su consuelo, Su alegría, Su amor, Su esperanza, a todas mis hermanas y hermanos, los pequeños, los últimos, sus preferidos.

Y también unida a la Virgen María nuestra Madre, que me ha acompañado siempre y la he sentido estos días junto a mí de forma especial, entono el Magnificat, pero hoy y en esta nueva etapa de la vida, mi corazón agradecido y henchido de alegría canta el Magnificat de Resurrección, alabando y glorificando al Dios de la VIDA.

“Mi alma canta tu Gloria.

Mi alma canta tu bondad.

Mi alma canta tu grandeza.

Te canto a Ti, mi Dios siempre fiel”

Madrid 17 abril de 2020

Un comentario el “

  1. Me siento pequeño, ante tanta sincera vocación para hacer el bien en el nombre de Jesús.

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